Escarbó en su mente, en su sistema nervioso recubierto de sensaciones mucosas, en las entrañas de sus manos, en las venas de sus uñas, en los papeles de su cuerpo y únicamente encontró desolación...

Giro su cuello,percibió que cada objeto de ese sitio sudaba gotas de dolor pero uno en especial le llamó la atención. No lo dudo ni una milésima de segundo y se acercó hacía éste tan suavemente que logró percibir sus emociones.
Ella sabía que cada escena de su historia de vida era particular pero ese momento no tenía ni sustantivos, ni adjetivos, ni verbos, ni nada que pudiese describirla.

Era un mueble oscuro con vetas muy claras que formaban un canon de diferentes repertorios. Su altura era la adecuada, las puertas sin lustrar y agarradas con lazos añejos a la vigas de bronce sobresalían de éste. Arriba había de todo, vasos, botellas de tinta, plumas, lápices negros, hojas de cuaderno, partituras, juguetes de un pasado lejano. Un cenicero con un cigarrillo a medio fumar, velas sin usar,un fósforo,una piedra gastada y un camino marcado por las brasas de ese carbón tirado a su lado.

Como toda mujer, curiosa, abrió dulcemente las puertas y percibió un agridulce aroma a perfume. Encontró libros de todos los tamaños, medidas; visualizó cuadernos nuevos, rotos y descuidados cubiertos de oraciones, de palabras sueltas, de malos recuerdos, de momentos maravillosos, de mágicas ilusiones, de jeroglíficos sonrientemente burlones...
Sus manos empezaron a recorrer la textura de su madera, era áspera, era suave, era una chanson triste, era un matiz de la vida. Eran fotos pegadas con chinches.Personas, personajes, presentes, pasados que contaban relatos ajenos y propios. Había tanto de Ella, tanto de los otros en aquel mueble a contratiempo.
Acostumbrada a la penumbra todo era mas que claro.

...Y en ese instante descubrió la verdad de sus lágrimas...